FRACASAR (y perder la cuenta en el intento)

El fracaso es un fantasma. No lo ves pero sabes que existe. Es como el miedo, intangible, no lo podés tocar, no lo podés saborear, pero está y lo sentís. El fracaso no es que la tostada te caiga del lado de la mermelada, o pisar una baldosa floja en la calle -eso es mala suerte, dejame decirte-. El fracaso es darte cuenta que soñas demasiado. Que tus logros no fueron gran cosa. Que esa persona no te quería tanto. Que ese abrazo no duró lo que esperabas. Fracasas, del verbo fracasar. Que para mi es fallar. Fallarme, mejor dicho. Que no voy a ser buena escritora (bueno, ya es mucho llamarme así). Que no doy lo suficiente (porque no puedo -o no quiero-). Que mi mamá no me quiere tanto. Que empecé la psicóloga. Que en mi trabajo no soy imprescindible. Que soy una marioneta. Que mi titiritero se caga de risa -en mi cara y yo lo dejo-
Fracasé tantas veces que perdí la cuenta.
Fracaso en tantos aspectos que perdí la cuenta.
Mi psicóloga me dice "mmhh, ahh, ajam, eehhh" tantas veces que perdí la cuenta.
Me levanto con tan pocas ganas tantas veces que perdí la cuenta.
Sonreí con ironía tantas veces que perdí la cuenta.
Me puteé tantas veces que perdí la cuenta.
Deseé ser otra persona tantas veces que perdí la cuenta.
Pensé una y mil formas de que no me afecte vivir, que perdí la cuenta.
Me di cuenta que perdí la cuenta de mi vida. En un abrir y cerrar de ojos todo lo que estaba bien se diluyó. Se me escaparon sueños, metas, ideas entre los dedos y no hice nada para retenerlas.
Como en el truco. En el solitario. En el pocker. Incluso en la casita robada. Queda barajar y dar de nuevo. Espero que esta partida sea mucho mejor que la anterior.
Llorar?
Llorar no es opción. No, después de haber perdido la cuenta de todas las veces que lo hice.



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