LLORAR


Esa noche la habitación se lleno de caricias, palabras entre cortadas, besos y mordidas. No fue sexo ni hicimos el amor. Fuimos Paulo y Gala. Un Paulo que entre esas cuatro paredes era mí Paulo y era yo arreglando mis pedazos y pegándolos con cinta. No había títulos, ni formalidades, ni promesas de absolutamente nada. Pero fueron risas sinceras y besos robados y para mí fue suficiente. Nos conocimos entre tanteos con vergüenza. Conocimos nuestros movimientos más íntimos, nos perdimos en el cuerpo del otro. Y cuando terminamos, y estábamos abrazados, lloré por segunda vez en la noche. Pero no por Elian, ni por mí misma. Lloré porque me sentí a gusto, porque el orgasmo tocó lo más profundo de mis sentimientos. Lloré porque sentí que también lo quería pero sabía que no era suficiente. Lloré porque él me abrazó y porque lo último que sentí antes de que mis ojos se cerraran, fue una calidez que abrumó.



Comentarios