Carta para Mi Yo del Pasado en el Futuro
- YA NO DUELE -
Dormiste
mucho. Te levantaste con los ojos achinados y un poco hinchados, símbolo de
horas de estar pegada a la almohada. Te hiciste el café con leche que necesitas
para arrancar el día y te sentaste a leer un poco, a hablarle a hermana, a mandarle
un mensaje de texto a mamá y a esperar que Seba te grite que él también quiere
un café. O no, quizá te levantaste sola
porque Seba ya se había ido.
No
te cambiaste ni te lavaste los dientes pero ya habías arrancado a trabajar en
algún capítulo que habías dejado a medio escribir o viendo qué nuevo diseño
podías incluir a la colección de la marca. De la oficina poco y nada.
Te
llegó un mensaje de esa persona que jamás pensaste que iba a ser tu amigx pero
que de repente se convirtió en parte del club.
Después
te bañaste, hiciste un poco de cinta y meditaste. Y seguiste escribiendo. O
viendo la colección.
Quizá
viste algún capítulo de una serie.
Terminó
el día y hablaste muchas veces por teléfono con mamá, muchas horas por wa con tu hermana. Seba te
preguntó si cenaban afuera.
No
dolió en ningún momento. La cabeza estaba despejada, el humor por las nubes. No
te enojaste sin sentido, ni lloraste con motivos. No estabas cansada, ni
tuviste altibajos. Los sueños mutaron, tenían otro rostro, otro olor, otra
esencia. Te conformaste con no ser la mejor pero buscaste ser tu mejor versión;
esa que te gustaba, con la que te sentías cómoda. Las expectativas del resto
las guardaste en un cofre en el fondo de tu armario. Las tuyas las hiciste a
medidas y las pusiste en la mesita de luz para que te guiaran.
La
paleta ya no tenía solo blanco y negro: había grises y algunos tonos chillones.
Habías
sanado.
Pero
irremediablemente hubo un detalle que te transportó a ese momento, al que
tenías bajo mil llaves en tu cerebro. A ese momento que quisiste olvidar pero
que formaba parte de tu (mi) ser.
Ese
momento donde lloraste demasiado.
Te
levantaste y te caíste.
Te
dolió.
No
quisiste intentarlo más.
Luego
te volviste a parar.
Y
te volviste a caer.
Dolió
todas esas veces. Te castigaste. Te escapaste y aislaste.
Pero
te levantaste tambaleando. Te mentiste diciendo que era la última vez, que el
fracaso ya no te iba a encontrar con vida: querías escaparle a lo inevitable.
Tu
mayor logro fue intentarlo todas y cada una de esas veces.
Pero
ya no te acuerdas de ese día con claridad ¿realmente la pasamos tan mal?
Porque
sanaste las heridas y lo comprobaste echándole sal.
Ya
no dolía.
Ya
no estabas enferma.
Ya
habías sanado.
Te
levantaste y te preparaste un café con leche. Habías dormido. Las expectativas
ajenas en un cofre guardadas. Las tuyas en la mesita de luz. Formaste un club
con la gente que querías. Le respondiste el mensaje a esa persona.
Pasó.
Todo
pasó.
El
infierno de tu cabeza ya no arde.
Ojalá
te des cuenta a tiempo.
Ojalá
lo sigas intentando.
Ojalá
me llegué una carta así.
Coyote
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