TODO ÁNGEL NECESITA UN DEMONIO QUE LO COMPLEMENTE.

En un acto instintivo, primitivo, y hasta animal, él extiende su mano para acariciar mi mejilla y yo cierro los ojos para disfrutar su caricia. Sus manos con cayosas pero el tacto es suave. Y de repente se inclina hacia mí para regalarme un beso dulce que se acompasa con el momento que estamos viviendo. ⁣Todo mi ser se acopla al suyo.
𝐓𝐡𝐞𝐨𝐝𝐨𝐫𝐞 tiene muchas cicatrices. Muchas se pueden ver y otras tantas, no. Son internas y aún están en carne viva. No lo sé pero lo siento. Me lo dicen sus ojos, su forma de ser, de pelear. Cuando lo vi en el ring me di cuenta. Lo había visto muchas veces antes, el dolor, no físico, de los que estaban en la arena, los ojos perdidos, como si cada golpe los transportara a otro lugar. No estaban realmente ahí; estaban a muchos recuerdos de distancia, en el caos de su casa, de su vida, en su familia disfuncional quebrada y rota. Cada golpe los trasportaba ahí. Eran los titiriteros de su propia vida. Eran puras marionetas de un completo y absurdo sinsentido. No eran felices, claro que no. Pero estaban rotos. Y las peleas, algunas, eran tan duras que el dolor de los golpes los hacían vivir una realidad diferente, su realidad diferente. Y Theodore era todo eso y más. Era el grito sordo de pedir ayuda. Ella lo sabía sin que él se lo dijera.⁣
Cuando el beso, un poco húmedo pero perfecto, llegó a su fin, Theodore se separo un poco sin perder el contacto visual. A veces tenía la teoría que cambiaban de negro absoluto a verde si sabías ver bien. Eran destellos, simples destellos que aparecían muy pocas veces. Cuando reía, cuando termina una pelea en la que ganó y salió con unos pocos rasguños, cuando me besaba.⁣

Los Verdaderos Hombres No Matan Coyotes 
Disponible en Wattpad

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