Mis días con depresión VOL. MIL.

Duelen los cambios, el vacío antes de la transmutación. Duele la guerra y el caos. Los quizá que se agolpan en el antes, los monstruos del durante, y la cofosis del después, cuando ya no queda nada y todo está destruido. Porque el cambio es destrucción y dolor.

Cambiamos para soportar, para aguantar lo ajeno y lo propio. 

Cambiamos para cubrir y cumplir expectativas, las ridículas y absurdas expectativas.

Cambiamos para llenar el vaso que siempre parece estar medio vacío. 

Cambiamos porque duele no hacerlo, porque la piel incomoda, las circunstancias abruman y porque nacimos para hacerlo. 

Cambiamos pero nos olvidamos de sanar las heridas viejas que aún siguen en carne viva cuando aparecen las nuevas.

Cambiamos y dejamos parte de nosotros en el camino. 

¿Cuánto abandonamos en el proceso de cambio? 

Personas, sueños, logros y fracasos. 

Cambiamos porque duele no hacerlo – pero hacerlo duele también –.

Cambiamos, sí, pero al final, ¿qué queda? 

Al final del proceso, no queda nada más que un recuerdo de lo que alguna vez fuimos y que añoramos nunca jamás volver a ser. 


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