órgano invertebrado

 


Hay una canción de Arjona que habla de que el corazón, órgano invertebrado, se quiebra. Esta canción habla de dos amores a destiempo. O algo así. El punto acá no es ese. El punto es que habla de cicatrices que se dejan cuando alguien –a quien se ama con locura –se va y de cómo algo que no se puede romper –del verbo romper –se quiebra, se fragmenta, se diluye. Algo imposible de. Que sucede. Que pasa. Que duele.

Mi corazón –órgano invertebrado –no solo se rompió sino que se fragmentó y voló con vos. Esos fragmentos diminutos e insolentes desperdigados por la sala de mi pecho volaron hace seis meses a donde sea que hayas ido. De alguna forma, te siguieron. Pequeños pedazos míos que te acompañaron para que el viaje no sea tan solitario, ni tan pesado, ni tan triste.

Y porque te pertenecían.

Porque mi corazón rompió toda lógica y razón y se decretó tuyo en el mismo instante que comenzó a latir hace más de veinticinco años.

Seis meses después el resto del cuerpo, el resto de los órganos, siguen funcionando. Quizá tengo que llamar a alguna fundación para que estudien cómo, un cuerpo humano, funciona sin corazón.

Quizá descubran algo o le pongan nombre a esto que siento, que me pasa.

Nadie me dijo cómo.

Ni qué hacer.

Seis meses planteándome por qué.

¿Te fuiste vos o me quedé yo?

Te hubiese seguido a todos lados si tan solo me lo hubieses pedido.

Yo también, fue lo último que dijiste.

Seis meses después y yo solo pregunto: ¿dónde estás que no te veo?

¿Ya llegaste?

Acá llueve, siempre llueve. Adentro y afuera. 

Ojalá allá haya mucho sol.

Ojalá estés riendo.

Al menos así puedo pensar que hubo un final feliz para alguna de las dos.

 

 

Comentarios